Y entonces besó lentamente cada rinconcito de su rostro.
Delante de sus orejas, en cada comisura, el límite entre sus ojeras y sus
pómulos. Besó sus ojos cerrados, sus cejas gruesas y oscuras, en el huequito
que hay entre su labio superior y su nariz. Su pera, su barbilla.
Recorrió cada
rinconcito... ¿Ya dije eso? Es que lo hizo con mucha delicadeza, sin olvidar
ningún detalle. Y así consiguió dibujarle una sonrisa, y pudo besar en ese
instante eso que sólo aparece en su rostro cuando él sonríe: las arrugas a los
costados de sus ojos, los hoyuelos en sus cachetes, el fruncidito de su nariz.
No hizo falta que besara su boca porque para ese momento ya estaba
curado.
Pachina.
Wow.... Genial
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