jueves, 23 de abril de 2015

Un beso reparador

Y entonces besó lentamente cada rinconcito de su rostro. Delante de sus orejas, en cada comisura, el límite entre sus ojeras y sus pómulos. Besó sus ojos cerrados, sus cejas gruesas y oscuras, en el huequito que hay entre su labio superior y su nariz. Su pera, su barbilla. 
Recorrió cada rinconcito... ¿Ya dije eso? Es que lo hizo con mucha delicadeza, sin olvidar ningún detalle. Y así consiguió dibujarle una sonrisa, y pudo besar en ese instante eso que sólo aparece en su rostro cuando él sonríe: las arrugas a los costados de sus ojos, los hoyuelos en sus cachetes, el fruncidito de su nariz. 
No hizo falta que besara su boca porque para ese momento ya estaba curado.

Pachina.

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